Veraniega, llena de sabor … ¡y de color! No puede ser más saludable, rica en vitaminas y nutrientes y, a la vez, tan espectacular.
Hace poco fue el cumpleaños de mi tía Olga, increíble fotógrafa de Vita&Olga y nos reuníamos buena parte de la familia. Ella me pidió que llevara la tarta (¡muchas gracias por confiar en mi!) y me enfrenté al reto de elaborar una tarta que todo el mundo pudiera comer. Y es que las alergias e intolerancias alimentarias en mi familia están a la orden del día. Por lo que debía ser una tarta sin huevo, sin leche (aunque esto no supuso gran reto porque hace mucho que la leche no forma parte de nuestra vida cotidiana) y sin gluten. También quería que fuera libre de azúcar (y a ser posible cualquier otro endulzante que no fuera 100% natural) y, por supuesto, que fuera irresistible. Casi todas las tartas veganas -y más aún las crudiveganas- cumplen estas condiciones, por lo que me puse manos a la obra.
Los mangos están increíbles en este momento, mucho mejor que otros meses ya que en Madrid es complicado encontrarlos maduros, así que decidí que la tarta debía ser de mango, llena de frescor y de fruta natural.
Os dejo una receta muy sencilla, lo único algo más difícil, porque quizás no es habitual su uso, es el agar-agar, una gelatina vegetal que se extrae de un alga japonesa. Tan sencillo como entenderlo como un gelificante natural que actúa una vez activado con el calor. Dependiendo de la marca que compréis necesitará, o no, una hidratación previa a su cocinado. En mi caso compré copos de agar-agar que no necesitaban hidratación previa así que solo los tuve cociendo 8 minutos a fuego medio antes de incorporarlos a a mezcla. Esta será la única parte del proceso que necesitará calor y no interfiere con el sabor así que considero que esta continúa siendo una opción crudivegana.
¡Vamos al lio!
Ingredientes
Para la base:
- 150 gr de trigo sarraceno o alforfón
- 100 gr de almendras
- 140 gr de dátiles deshuesados
Para la tarta:
- 600 gr de mango
- 5 gr de agar-agar
- 100 ml de agua
De decoración:
- 10-12 fresas aproximadamente
- un puñadito de arándanos y frambuesas
Preparación
- Primero prepararemos la base. En un robot de cocina molemos el alforfón hasta obtener una masa muy fina, casi como si fuera harina. Incluimos las almendras y las molemos para que se mezclen. Por último añadimos los dátiles y batimos hasta que todo quede incorporado. Debe quedar una masa pegajosa pero manejable. Forramos con papel de horno la base de nuestro molde. Este paso es fundamental para luego poder desmoldar sin problemas ya que de otro modo se nos va a quedar bastante pegado al molde el fondo. Extendemos en el molde la bola de masa que tenemos formando una capa que cubra el fondo y los lados del borde hasta la mitad. Reservamos en la nevera.
- Para preparar el relleno, hidratamos, si fuera necesario, el agar-agar durante cinco minutos. Ponemos en un cazo el agua y cuando entré en ebullición bajamos el fuego. Incorporamos el agar-agar y dejamos cocer, removiendo de vez en cuando, durante 8 minutos.
- Por otro lado, pelamos los mangos (yo he necesitado dos y medio más o menos para tener los 600 gr) y los batimos en la batidora de vaso hasta que quede un puré muy fino.
- Una vez listo el agar-agar, lo incorporamos directamente al puré de mango, en la batidora, y volvemos a batir para que quede uniformemente repartido.
- Por último, sacamos el molde con la base de la nevera y extendemos el puré de mango. Reservamos en la nevera durante un par de horas para que gelifique.
- Antes de servir, partimos las fresas en laminas y decoramos la tarta (¡que ya habrá quedado como una deliciosa gelatina de mango!) formando círculos con las fresas. En el centro colocamos los arándanos y las frambuesas y… ¡a disfrutar!
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